MOCIÓN DIFUSIÓN HERENCIA HEBREA-SEFARDÍ
En el año 1492 se ponía fin a la vinculación de los judios con España, después de más de ocho siglos de convivencia y entendimiento mutuo . La expulsión pudo afectar según los numerosos estudios a entre 100.000 y 400.000 ciudadanos, un porcentaje significativo de la población entonces , pues España representaba en aquellos momentos el país con la comunidad judia más importante en el mundo.
Desde esta expulsión de los españoles que profesaban la fe judía en los reinos de Castilla y de Aragón, y posteriormente en 1498 del reino de Navarra, los judíos de origen español han llevado a España en el corazón, con verdadero cariño, con una inmensa nostalgia y sin ningún rencor. Han mantenido con tenacidad su idioma, el judeoespañol, el folclore y los ritos de la España medieval; los judíos sefardíes han sido durante más de cinco siglos auténticos embajadores de nuestro país, de su país, de Sefarad. Un fenómeno que no encuentra parangón en el mundo.
La dispersión de estos españoles no llevó sino a un empobrecimiento cultural de nuestro país. En 1992 cuando se conmemoraba el V Centenario de la expulsión, los Reyes de España sellaron un reencuentro simbólico de las dos culturas afirmando que Sefarad ya no era una nostalgia sino un hogar. Y años más tarde con la La Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España, se terminó de cerrar esa reconciliación. Con la aprobación de esa ley de envergadura histórica, se ha permitido reconocer la nacionalidad a los sefardíes que han mantenido a través de los siglos y de la distancia una especial vinculación con España.
Gracias a la dimensión de esta ley se puso el colofón a una larga trayectoria histórica, política y legislativa de reencuentro y de reconciliación. Porque apenas hace dos siglos no había en España ni un solo judío.
Fue a mediados del siglo XIX cuando los sectores más liberales y progresistas comenzaron a relacionar la decadencia española con la presión ejercida por la intolerancia religiosa. Y fue entonces cuando se puso como máximo exponente de esa actitud, el ejemplo de la expulsión de los judíos y sus nefastas consecuencias.
Tuvieron una enorme relevancia estudios como los de Amador de los Ríos o Rafael Altamira. Y sin duda tuvo también un gran impacto la guerra de África, y los relatos de los soldados que desembarcaron , y sorprendidos, fueron recibidos entre vítores por ciudadanos que les hablaban un extraño español, la haketía, (jaquetía) y les recibían como auténticos libertadores.
También trató este tema Emilio Castelar, en su famoso discurso sobre la libertad religiosa y fue un senador : Ángel Pulido, quien en 1903 por primera vez trajo la realidad de los judíos sefardíes aquí al Senado español. Recordamos con frecuencia una frase muy elocuente que pronunció en 1915 Isaac Alchech y Saporta, enviado al frente de una delegación de sefardíes que empezaban a sentir la persecución en Grecia, y que proclamó: "españoles fuimos, españoles somos y españoles seremos".
En 1916 se firmó con Grecia el primer tratado por el cual España tomó bajo su protección a los sefardíes de origen español. Se les dió el tratamiento de nacionales y se estableció que, en el caso de que hubiese litigios sobre sus personas o sus bienes, serían los diplomáticos españoles los que deberían prestarles asistencia y defensa.
Los sefardíes desde ese momento pudieron obtener pasaporte español y eso, aunque no implicase reconocimiento de nacionalidad, supuso sin duda un paso crucial. Ese es el precedente de acuerdos similares posteriores como la ley de Primo de Rivera de 1924, por la que se concedía la nacionalidad española por carta de naturaleza a los protegidos de origen español.
Ese conjunto de normas, laxamente interpretadas, permitieron durante la II Guerra Mundial escribir al servicio exterior español una de sus páginas más gloriosas. Figuras como la de Sanz Briz, Romero Radigales, Ruiz de Santaella, Rolland de Miota, Julio Palencia, o Eduardo Propper, algunos de ellos reconocidos como Justos entre las Naciones en Yad Vashem, - centro mundial de documentación y conmemoración del Holocausto - , contribuyeron a salvar de los campos de exterminio nazis a miles de judíos, encarnando así nuestra mejor historia contemporánea.
También Ernest Lluch quien consiguió en 1981 la introducción en el Código Civil de la equiparación de los sefardíes con los nacionales de los países iberoamericanos, de Filipinas y de otros antiguos territorios españoles a efectos de la obtención de la nacionalidad por residencia.
Y como comentaba anteriormente hace apenas dos años el pueblo español, representado en las Cortes Generales, culminó una vía de reconocimiento de la nacionalidad española a los descendientes de quienes fueron expulsados hace 500 años y han mantenido vivos sus vínculos durante tan largo tiempo. El debate en el Congreso y posteriormente aquí en el Senado con el apoyo unánime de todos los grupos parlamentarios , completó esta tarea. Sin embargo todavía es patente la percepción de un enorme desconocimiento de nuestros siglos de historia compartida y del inmenso legado de la cultura sefardí en nuestro país.
Por fortuna no todo se perdió con aquel decreto de hace seis siglos , mucha de aquella riqueza y diversidad cultural permaneció indeleble y es el momento ahora de exaltarlo y situarlo en el lugar que le corresponde en nuestra historia. Porque son numerosas las actuaciones que ha desarrollado el Gobierno a través del ministerio de Cultura desde la Biblioteca Nacional de España difundiendo la herencia cultural hebreo-sefardí como demuestran las múltiples actividades que se han realizado en los últimos años :
.encuentros
.presentación de libros
.exposiciones
.jornadas
.conciertos
.conferencias etc
Por eso instamos al Gobierno a que continúe dando impulso y difusión a la herencia cultural hebrea-sefardí, parte indispensable y fundamental de nuestra identidad.
Madrid, 6 de Marzo de 2017