28/06/14

Juntarse a la manzana podrida. Por Pablo Veiga




Por Pablo Veiga*
Publicado no semanario israelí Aurora (28.06.2014)
         Tenemos una cesta llena de manzanas en perfecto estado, listas para ser comidas, con una buena presentación, cuyo sabor se presupone exquisito, y le añadimos una sola unidad con características totalmente opuestas, ya agujereada por un gusano y en proceso de putrefacción, el resultado de esa unión no será que esa manzana en malas condiciones se convierta en una apta para comer, sino todo lo contrario: La fruta restante llevará el mismo camino que su nueva compañera, se pudrirá y ninguna de ellas se podrá consumir.
         Esta parábola nos viene como anillo al dedo para comentar el acuerdo firmado por Al Fathah y Hamás recientemente. A los primeros tampoco se les puede identificar con la fruta sana, ya que su trayectoria en el pasado y de unos años para aquí deja mucho que desear. Pero a los segundos, no es que sean la manzana podrida, es que son puro veneno, incapaces de generar nada positivo a su alrededor.
         Decimos en nuestra tierra que en la política, al igual que en el amor y la guerra, todo vale, y así no resulta raro observar extraños compañeros de cama. ¿Política? … Aunque Al Fathah hubiera apostado por esta vía en detrimento del terrorismo –habría que matizar esta afirmación-, lo cierto es que su bagaje como máximos gestores de la Autoridad Palestina es negativo. La acción política de Hamás en la franja de Gaza está impregnada de una radicalidad y un fanatismo sin límites. Por cierto, que ambas organizaciones se mataron a tiros luego de las primeras elecciones en ese territorio; unos por no aceptar la derrota y los otros por no ser capaces de administrar la victoria. Docenas de muertos en unas semanas, minimizado por los medios de comunicación occidentales. ¿Amor? … Pasemos al tercero, la guerra. Aquí sí se pueden entender. Borrar del mapa a Israel y aniquilar toda persona judía viviente es el máximo objetivo de los criminales de Hamás. Todo el antiguo mandato británico denominado Palestina tiene que ser árabe y, por descontando, musulmán. El resto, sobra. Mahmud Abbas y sus acólitos son más suaves, que el estado hebreo exista, pero nunca con su carácter judío, y que acoja en masa dentro de sus fronteras a todos los descendientes de aquellos ciudadanos árabes que se marcharon tras la guerra de independencia, luego de la partición votada por la ONU, en el cuarenta y ocho. Ni una palabra de reprimenda a sus hermanos árabes por las condiciones en las que se hallan millares de palestinos en sus países, donde son meros parias sin apenas derechos. Tampoco se menciona el expolio en esos mismos países a los judíos que emigraron a Israel tras su nacimiento como país.
         La manzana podrida ha atraído a la medianamente sana, comestible por lo menos. El futuro que les aguarda es una incógnita. Uno que es optimista por naturaleza, les gustaría creer que se produjera un mínimo de humanidad y sentido de la responsabilidad en estas dos facciones y por una vez pensaran en el bienestar de su pueblo. A ver …
* Colaborador habitual en AURORA e socio de A.G.A.I. (Asociación Galega de Amizade con Israel)