Dieudonné, Le Pen, Ahmadineyad y Amanecer Dorado: nuevos rostros para el
neonazismo y el antisemitismo
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Por Carla
Reyes Uschinsky
Una de las primeras cosas que hace un judío
cuando sube a Israel es visitar el Yad Vashem, el museo e institución
dedicados a la memoria de los 6 millones de judíos muertos en los campos de
exterminio durante la segunda Guerra Mundial.
La población israelí se fue configurando
desde el 47 -tan sólo dos años después del final de ese macabro periodo de
nuestra historia- con los miles de supervivientes de esos campos. Con los miles
que tuvieron la suerte de no ser gaseados, los que por simple capricho del
destino pudieron escapar a la Endlösung
(la solución final) decretada por Hitler.
Fue un 27 de enero de 1945 cuando Auschwitz,
el más conocido de los campos de
exterminio de judíos, fue liberado. A partir de ese momento el mundo comenzó a
conocer y a tomar conciencia de lo que estaba sucediendo en los campos de
concentración nazis desde hacía años, algo que muchos sabían pero que nadie se
atrevía a denunciar.
Ese día fue elegido por la ONU para rendir
homenaje a los 6 millones de judíos que
desaparecieron en esos campos de la muerte y también para advertir a las generaciones futuras. Un
partido, un movimiento político, el nacionalsocialismo
fue capaz de concebir una política de exterminio de un pueblo completo. El nazismo
alemán construyó un argumentario político, ideológico y racial para culpar a
un pueblo de los males del suyo y convertirlo en el enemigo a erradicar. Luego,
una vez que ese discurso ideológico penetró en una sociedad germana temerosa de la
hambruna, puso en marcha la gran maquinaria para llevar a cabo la Endlösung, la
soución final. Se trataba de liquidar a una población entera en poco tiempo,
encontrar una técnica capaz de “resolver el problema” de la manera más rápida
posible, antes de que la guerra acabase. El nazismo fue ejemplar en su cometido, en
apenas 5 años seis millones de judíos fueron exterminados: un macabro récord
que aún hoy, 75 años después, hace esconder la cara de vergüenza a los
demócratas.
La Shoá es uno de los episodios más negros
de nuestra historia y por ello debe
estar presente en nuestro futuro, para no olvidar, para tener siempre vivo el
horror cometido. Sólo así podremos evitar que vuelva a producirse. Israel y los
millones de judíos que residen en la diáspora han sabido mantener siempre vivo
el recuerdo. Sin embargo parece que a algunos les molesta este recuerdo
permamente.
Como si se tratara de una maldición
histórica, renacen en Europa movimientos
extremistas que vuelven a inocular el veneno antisemita. Con caretas
cómicas como la del humorista Dieudonné, que arrastra a una juventud permeable
al fanatismo y a la manipulación populista, caldo de cultivo de indignados de
toda condición. Con él afloran una vez más las más disparatadas teorías
negacionistas, que incluso llaman a buscar entre los judíos a los responsables del
atentado contra las Torres Gemelas. El cómico francés conoce el poder del
lenguaje y también el de los gestos y los cantos: ahí está el renovado saludo
nazi, la quenelle y el himno de mofa del Holocausto: la
Shoahnanas.
Hace 25 años las calles de Paris, de
Bruselas, se llenaban de jóvenes dispuestos a frenar la escalada ultraderechista
de Jean Marie Le Pen. La famosa campaña de Touche pas à mon Pote creó un
movimiento anti racista que movilizó a millones de jóvenes inmigrantes y
europeos para frenar el avance de la derecha más ultra y xenófoba. Hoy los hijos
de muchos de esos inmigrantes llenan los teatros para ver el discurso
antisemita de Dieudonné. Ironías de la historia, es un ministro inmigrante de origen español, Manuel Vals, quién ha decidido parar
los pies al cómico francés prohibiendo su espectáculo.
Son muchos los analistas políticos y eméritos catedráticos de historia política los
que consideran que la democracia en Europa está tocada y que será dificil
detener las nuevas y complejas caras con las que se nos presenta el neo-nazismo. Ahí está, camuflado bajo las caretas de
Amanecer Dorado, de la nostalgia hacia el Tercer Reich que invade al partido de
extrema derecha FPO, en Austria o en la
Guardia Húngara, los herederos de esas milicias de las Cruces Flechadas, que
siembra el pánico hoy (como lo hicieron sus progenitores durante la II Guerra)
entre la población judía y la romaní.
Europa resurgió de los restos de la Gran Guerra y pudo construirse
sobre lo que creíamos eran las cenizas
del fascismo. La crisis económica no puede, no debe ser el pretexto para
permitir que vuelvan a encenderse esos rescoldos.
“Dieudonné no es un humorista, es un adversario de la democracia”.
La tolerancia cero del ministro de Interior francés hacia el
antisemitismo de Diudonné debe ser la llave para cerrar a cal y canto las
puertas a esa lacra.
Y el recuerdo, el recuerdo vivo siempre de los brazos marcados, de los
6 millones de judíos asesinados. La Shoá es esa memoria colectiva que hace que
nuestros hijos y nietos sepan lo que sucedió, sepan que el ser humano fue capaz
de cometer esas atrocidades y que, por lo tanto, si no lo impedimos puede
volver a hacerlo.