Por Pablo Veiga
Artigo publicado no xornal israelí AURORA
www.aurora-israel.co.il
Finalizando el año,
justo el 28, cuando en el calendario cristiano se conmemora la
matanza ordenada por el rey Herodes sobre los niños menores de dos
años originarios de Belén para deshacerse de Jesús de Nazareth,
denominado día de los santos inocentes, conocíamos el fallecimiento
del escritor Amos Oz, uno de los más grandes genios de la literatura
israelí y en lengua hebrea. La triste noticia, rápidamente se
divulgó a través de los medios de comunicación y redes sociales,
suscitando el pesar general, así como un amplio reconocimiento al
bagaje como escritor y hombre de paz.
Amos Oz había nacido en
la Ierushalaim bajo mandato británico, en el año 39; de orígenes
muy humildes, a una edad muy temprana surgió en él una inusitada
devoción por la lectura. Hijo único, su infancia no resultó
sencilla, aunque más dura sería su adolescencia, tras la trágica
muerte de su madre y la posterior del padre. El paso por el Kibutz
Hulda marcaría su vida, tanto personal –allí se enamoraró de la
que sería su esposa- como literaria, ya que fue en ese entorno dónde
comenzó a escribir sus primeras obras.
Un servidor puede
presumir de haber leído algunas de las varias docenas de
publicaciones que a lo largo de su prolífica vida vieron la luz.
Destacaría la sencillez de su prosa, lo que derivaba en una
facilidad asombrosa para comprender el mensaje, así como la gran
capacidad de emocionar con las historias narradas. Aquel que desee un
conocimiento de la realidad israelí, desde la declaración de
independencia hasta los tiempos actuales, tiene en sus escritos una
fuente de información considerable.
Aunque no obtuvo un más
que merecido premio Nobel, sí forman parte de su currículum
numerosos galardones, tanto dentro como fuera de Israel, entre los
que cabe destacar el prestigioso Príncipe de Asturias de las Letras,
en 2007.
La figura del señor Oz
ha sido reconocida a nivel mundial. Además de la mencionada faceta
como autor - novelas, cuentos, ensayos y artículos en múltiples
periódicos-, destacó por su implicación en la búsqueda de
soluciones al conflicto palestino-israelí. Ese compromiso le llevó
a ser uno de los promotores en los años ochenta del movimiento Paz
Ahora, desde el cual se condenaba la presencia de colonos judíos en
los territorios de Gaza, Judea y Samaria, tras la Guerra de los Seis
Días. Esa postura ha generado una fuerte controversia en una
sociedad como la israelí, víctima de atentados atroces contra su
población civil a lo largo de todos estos años. Por el contrario,
ello ha servido en los círculos occidentales pro palestinos para
loar su pensamiento, calificándolo como combatiente de la paz, sin
reparar en que Amos Oz, aún siendo partidario de la existencias de
dos estados y crítico con alguna deriva de ciertos gobiernos
israelís, era un sionista convencido y en absoluto se le podría
acusar de “entreguista” a la causa de aquellos que anhelan la
destrucción total de Israel.
“Los seres humanos no somos ni
buenos ni sanos”, decía.
Z.L., Amos Oz. Descanse en paz.