Por Juan Doval*
El día 27 de Enero, es el día elegido por Naciones Unidas, como Día mundial de Conmemoración de las víctimas del Holocausto. En ese día recordamos, que a lo largo de los años que duró la Segunda Guerra Mundial, más de seis millones de personas, casi todas de origen judío, (entre ellos cerca de un millón y medio de chicos menores de 18 años), murieron a manos de las políticas de exterminio de los nacionalsocialistas alemanes. Fueron masacrados directamente por los nazis y por sus colaboradores en países aliados y ocupados durante esa guerra de infausto recuerdo, que acabó hace solo 72 años.
Además del los acontecimientos militares de la guerra, uno de los hechos más horripilantes, fue, como el resto del mundo, en mayor o menor grado, -ya que siempre hay excepciones-, volvió la espalda y se negó a recibir a los judíos alemanes y de los países ocupados, que intentaban escapar de la Alemania nacionalsocialista. Ya desde el ascenso de Hitler al poder en 1933, pero, sobre todo después de 1935, -cuando se había promulgado por el gobierno nacionalsocialista, leyes como las de Núremberg-, los nazis estaban promoviendo medidas legales y administrativas destinadas a despojar a los judíos de sus bienes y trabajos, y a dificultarles la emigración.
En invierno de 1939-1940, se comenzaron a crear los ghetos en los territorios que Alemania iba ocupando, los más importantes, en Polonia y Checoslovaquia. Así, la política nacionalsocialista consistía en identificar y marcar a los judíos de los territorios del Reich, luego recluirlos en áreas de donde no pudieran escapar, los ghetos, donde estaban abocados a morir de hambre o enfermedades infecciosas, y finalmente esperar su desaparición.
En junio de 1941, Alemania invade la Unión Soviética. Eso significó un aumento de las matanzas de judíos, siguiendo un esquema de realización acelerado y masivo. Se enviaron a las zonas invadidas, unidades especiales de las SS y de la policía, cuya única finalidad era matar a todos los judíos que encontrasen. En esta acción, colaboraban generalmente los alemanes étnicos de las regiones que ocupaban, ante la pasividad, cuando no colaboración directa, de los nacionales de esos países (Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, Países Bálticos, Ucrania, la Francia ocupada…). La población judía, al menos durante los primeros meses de la guerra, fue muy fácil de localizar y exterminar.
En 1941, cuando el ejército alemán parecía imparable en todos los frentes, Hitler, comenzó a actuar sin restricciones en sus planes de exterminar a todos los judíos. Así, hasta ahora, los grupos especiales y de las SS, habían ido a donde estaban los judíos, al lado de los ejércitos que avanzaban en los distintos frentes. El horror máximo estaba a punto de acontecer, en el momento en que se decidió que las víctimas había que desplazarlas a donde estaban los verdugos, y no a la inversa. Himler, Heydrich, Eichman, entre otros lugartenientes de Hitler, y el mismo, decidieron poner en práctica lo que conocemos como “la solución final”, que no era otra cosa que organizar la matanza en masa, en lugares habilitados para ello, de todos los judíos de Europa y pudiendo ser , de los del resto del mundo.
No tuvieron que inventar nada los nacionalsocialistas, ya que el uso del gas (utilizado por los bolcheviques comunistas rusos en 1921 para exterminar poblaciones civiles), los campos de concentración (establecidos por Lenin en 1918) y los fusilamientos masivos seguidos de enterramientos en fosas comunes, ya estaban inventados. Solo tuvieron que copiar las ideas de los comunistas rusos.
La aplicación de esta política homicida, o SOLUCIÓN FINAL, se llevó a cabo en los “campos de exterminio”, mediante el uso de instalaciones donde, al principio, usaban los gases del escape de motores de camiones para matar a los cautivos. Luego, como no era suficientemente rápido su efecto y necesitaban gasear a grandes cantidades de personas, desarrollaron gases específicos como el Zyklon-B, que les permitió matar a más gente en menos tiempo.
En estos campos de concentración y exterminio, se esclavizaba y se usaba para experimentos médicos horripilantes a los reclusos, ya fueran judíos, gitanos, homosexuales, enfermos mentales o discapacitados físicos. Se mataba a todos los que se determinara que había que eliminar, para asegurar “la salvación de una humanidad ARIA en combate” contra “la amenaza mundial judía” (A. Hitler, Mein Kampf).
Auschwitz-Birkenau, Dachau, Treblinka, Sobibor, Bergen-Belsen, Buchenwald, Mauthausen y otros tantos nombres de campos de la muerte, quedarán para siempre en nuestra memoria colectiva, como recordatorio de los comportamientos más indignos y depravados, de lo que los totalitarios son capaces.
Para aproximarnos a una idea de porque tuvo lugar el holocausto, acudo a la conclusión que expone Cesar Vidal en su libro “El Holocausto”: “Si el Holocausto llegó a plasmarse en un horrible episodio histórico que costó la vida a millones de inocentes, se debió de manera fundamental a la falta de resistencia frente al mismo, que emanó del funcionariado alemán, de las fuerzas armadas alemanas, de la población civil alemana y también de los funcionariados, las instituciones y las poblaciones de las naciones amigas, neutrales, e incluso enemigas. Los nacionalsocialistas fueron responsables de la realización, aunque de hecho, en la misma, no se encontraron solos. La omisión de los otros, fue esencial para la realización de sus planes”.
Solo unas frases para la reflexión final sobre esta tremenda tragedia para la humanidad, frases del premio Nobel Elie Wiesel, escritor y dramaturgo, recientemente fallecido, superviviente de Auschwitz: ”No todas las víctimas fueron judíos, pero todos los judíos fueron víctimas”. ”Mantener la memoria viva y luchar contra aquellos que olvidan”. “¿quien puede permitir que se cometan crímenes así?, si olvidamos somos culpables, somos cómplices”.
*Juan Doval é membro da Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI)