01/06/15

Apartheid ... pero qué apartheid?

 
Por Pablo Veiga*
 
En días pasados los medios de comunicación se hacían eco de la decisión del primer ministro Netanyahu de retirar la medida prohibitiva hacia los palestinos que viajan diariamente desde Cisjordania a Israel para trabajar, por la cual no podrían compartir espacio con israelíes en los mismos autobuses, alegando cuestiones de seguridad.
 
Testigo de excepción ha sido la jefa de la diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, portavoz de la indignación que por aquí se mostraba hacia, según se manifestaba, un ejemplo claro de aparheit. El propio presidente del país, Rivlim, se congratuló por esa marcha atrás, al igual que muchos sectores de la sociedad israelí.
 
¡Cuán fácil resulta hablar y escribir sobre lo que ocurre a cuatro mil kilómetros de la casa de uno!. Algunos se llenan la boca de conceptos como segregación o racismo, fundamentando su discurso con ejemplos como el mencionado, o la construcción del imponente muro por parte de Israel luego de varios años de ataques terroristas indiscrimados y salvajes contra la población civil que casuaron varios cientos de muertos. Los mismos que realizan tales afirmaciones sin rubor alguno, no muestran similar entusiasmo reivindicativo hacia las verjas que levantamos los europeos en nuestras mismas fronteras para evitar que africanos entren a través de las mismas, o que el Mar Mediterráneo se esté convirtiendo en cementerio de esos inmigrantes que huyen del hambre y de la miseria. Ya no digamos de la situación de miles de asiáticos muriéndose en barcos a los que nadie socorre.
 
Pero como resulta de costumbre, cuando se trata de Israel, la lupa es ampliada y el beneficio de la duda inexistente. Porque los argumentos esgrimidos por todos esos colectivos que promueven el boicot y el odio a todo lo israelí y judío, se desmoronan ante hechos tan evidentes como el acceso a servicios y prestaciones esenciales –sanidad, educación, asistencia social, pensiones- para el conjunto de los ciudadanos que viven en el Estado de Israel, sean  judíos, árabes o de cualquier otra etnia o religión. Cómo uno puede lanzar acusaciones tan duras contra Israel, cuando todo un ex  presidente del país es juzgado y condenado a pena de cárcel con un tribunal presidido por un magistrado árabe. ¡Vaya ejemplo de aparheit!. En las mismas selecciones deportivas nacionales participan deportistas árabes. De qué segregación hablan cuando se atiende médicamente a pacientes de Gaza y Cisjordania en dispensarios israelíes, con todos los medios humanos y materiales disponibles.
 
Uno no es quién de valorar las medidas que las autoridades de Israel tienen que tomar para proteger a sus habitantes. Pero aquellos que critican con tal nivel de acidez, quizás tengan la clave de cómo se combaten los ataques suicidas de hombres, mujeres y adolescentes bombas, o los atropellos intencionados de conductores sobre viandantes en paradas de buses o de tren. El pueblo de Israel agradecería soluciones eficaces contra esa dura realidad. Las campañas de boicot, el desmantelamiento de todos asentamientos judíos en Samaria y Judea o la partición de Ieruslaim, ¿de verdad son las opciones más apropiadas?.
 
* Pablo Veiga é socio de AGAI e colabora habitualmente no semanario israelí AURORA