Durante la segunda Guerra Mundial (1939-1945) Japón integró el
Eje junto a Alemania e Italia. El 15 de Agosto de 1945, Japón se rindió a las
fuerzas estadounidenses y el 2 de Septiembre se celebró una ceremonia a bordo
del acorazado USS Missouri, donde el ministro de asuntos exteriores japonés,
Mamoru Shigemitsu, firmó el acta de rendición frente al general Sutherland.
Pero hubo muchos militares japoneses que se quedaron aislados
en algunas islas del Pacífico al rebasar los estadounidenses sus líneas en su
empuje final hacía Tokio. A estos militares se les conoce como “Zanryu Nipon
Hei”, cuya traducción sería “soldado japonés rezagado”. Algunos no
llegaron a enterarse de que Japón se había rendido hasta muchos años después y
otros, a pesar de recibir la noticia, o no se la creyeron pensando que se
trataba de una estratagema del enemigo, o no recibieron una orden directa de
rendición por parte de sus superiores inmediatos al quedar las comunicaciones
cortadas por los aliados y siguieron combatiendo por miedo al deshonor.
Hubo dos casos muy interesantes. El primero ocurrió en enero
de 1972 con el sargento Shouichi Yokoi que tuvo que ser capturado en la isla de
Guam. Formaba parte de la 29 División de Infantería de Manchuria hasta que en
1943 llegó a Guam, con rango de sargento. El 21 de julio de 1944, en la batalla
que siguió al desembarco de las tropas estadounidenses en Guam, la unidad de
Shouichi Yokoi fue aniquilada. Se las arregló para sobrevivir, pero estuvo casi
todo el tiempo solo, dispuesto a no rendirse y refugiado en la selva. En 1952,
Shouichi Yokoi había encontrado casualmente unos folletos y periódicos en los
que se podía leer que la guerra había terminado, pero pensó que era sólo
propaganda de guerra estadounidense y permaneció oculto en la selva. Finalmente
fue detenido y repatriado a Japón. Llevaba consigo su fusil para devolvérselo
al emperador con una disculpa por no haberle servido bien; “con mucha
vergüenza, he vuelto vivo a Japón, a los soldados japoneses se nos ha enseñado
que es mejor la muerte a la deshonra de ser capturados con vida”.
El segundo caso ocurrió en marzo de 1974 con Hiroo Onoda que
permanecía oculto en la isla de Lubang- Filipinas desde el 26 de Diciembre de
1944. Esto lo convirtió, después de 30 años, en el último soldado japonés en
rendirse tras la Segunda Guerra Mundial. Onoda había sido entrenado como
oficial de Inteligencia. Las órdenes de Onoda eran realizar una guerra de
guerrillas contra los estadounidenses, que estaban listos para invadir la isla.
Había sido enviado con órdenes de no rendirse o suicidarse. Onoda inició y
continuó su campaña, viviendo en las montañas. La primera vez que vio un
folleto que afirmaba que la guerra había terminado fue en octubre de 1945 y
decía lo siguiente:"La guerra terminó el 15 de agosto de 1945. ¡Bajen
de las montañas!". Onoda, sin embargo, desconfió de la autenticidad
del folleto al pensar que se trataba de "propaganda yanqui". Hacia el
final de 1945 se volvieron a lanzar panfletos por el aire, con la orden de
entregarse, impresos por el gobierno japonés. Onoda los examinó para determinar
si era auténticos o no, y decidió que era un engaño. Finalmente su rendición se
consiguió en 1974 gracias a que un oficial superior de Onoda, el Mayor Taniguchi, voló
a Lubang donde se encontró con Onoda, le informó del final de la guerra y le
ordenó oficialmente rendirse. Onoda cumplió la orden vestido apropiadamente con
su uniforme, su espada y su fusil.
En resumen, estos militares japoneses siguieron adelante con
“su guerra” principalmente por no reconocer la derrota de Japón en la IIGM. Lo
hicieron movidos por un orgullo militarista, prefiriendo la muerte antes que la
deshonra, fruto del código guerrero japonés (el bushido); por su
desconfianza de la realidad prefiriendo soñar con sus ilusiones
guerreras o muy simplemente por no reconocer el fracaso del proyecto
expansionista del imperio japonés.
Esta introducción la hago porque encuentro un paralelismo de
los “Zanryu Nipon Hei” con el pensamiento del izquierdismo internacionalista y
también del izquierdismo nacionalista.
Los soldados rezagados del izquierdismo internacionalista tienen unas fechas de la derrota de su proyecto político. El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín y el 8 de diciembre de 1991 mediante el Tratado de Belavezha se produjo la disolución de la URSS. Esto ocurrió sin ningún recurso a la violencia de los pueblos que la integraban. Sin embargo los nostálgicos del antiguo régimen, del faro luminoso que guiaba al mundo, siguen sin aceptar su fracaso. Siguen perdidos, desorientados, en una selva de elucubraciones. Hace 40 años atrás, con el campo socialista en pleno vigor, era difícil substraerse a ese agujero negro que tragaba hombres esperanzados en una sociedad más justa. Algunos hombres que lograron salir de esa “gran mentira” escribieron libros que son verdaderos documentos históricos. Por citar dos de los que más me impresionaron: “Mi fe la perdí en Moscú” del militante del PC español, organizador del V Regimiento durante la guerra civil española, el gallego Enrique Castro Delgado y “Prisionera de Stalin y Hitler”de Margarete Buber-Neuman. Hoy en día seguir manteniendo un proyecto político que se desmoronó hace 23 años, es de imbéciles. En Argentina se dice que cuando uno se equivoca la primera vez es por inexperiencia y si se equivoca por segunda vez es por pelotudez. Esta gente, a nivel internacional, son los compañeros de viaje del yihadismo islamista de Hamás. Rememoran de ese modo el acuerdo de los años 1939-1941 entre Hitler y Stalin. Fe y Dios unidos por una causa. Odian a Israel y al sionismo por “representar” al imperialismo norteamericano en Próximo Oriente. Existen como oposición política en la mayoría de los países occidentales. Pero serán degollados como cualquier infiel si llegan a triunfar sus admirados aliados. Desgraciadamente para ellos la realidad no les da la razón. No pueden salir de su enajenación mental. No habrá ningún general que pueda ordenarles que abandonen la trinchera en que se han metido. Por sí mismos no pueden salir de ella. Están tan hundidos que morirán enterrados entre sus paredes...antes que reconocer su derrota política.
Los soldados rezagados del izquierdismo internacionalista tienen unas fechas de la derrota de su proyecto político. El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín y el 8 de diciembre de 1991 mediante el Tratado de Belavezha se produjo la disolución de la URSS. Esto ocurrió sin ningún recurso a la violencia de los pueblos que la integraban. Sin embargo los nostálgicos del antiguo régimen, del faro luminoso que guiaba al mundo, siguen sin aceptar su fracaso. Siguen perdidos, desorientados, en una selva de elucubraciones. Hace 40 años atrás, con el campo socialista en pleno vigor, era difícil substraerse a ese agujero negro que tragaba hombres esperanzados en una sociedad más justa. Algunos hombres que lograron salir de esa “gran mentira” escribieron libros que son verdaderos documentos históricos. Por citar dos de los que más me impresionaron: “Mi fe la perdí en Moscú” del militante del PC español, organizador del V Regimiento durante la guerra civil española, el gallego Enrique Castro Delgado y “Prisionera de Stalin y Hitler”de Margarete Buber-Neuman. Hoy en día seguir manteniendo un proyecto político que se desmoronó hace 23 años, es de imbéciles. En Argentina se dice que cuando uno se equivoca la primera vez es por inexperiencia y si se equivoca por segunda vez es por pelotudez. Esta gente, a nivel internacional, son los compañeros de viaje del yihadismo islamista de Hamás. Rememoran de ese modo el acuerdo de los años 1939-1941 entre Hitler y Stalin. Fe y Dios unidos por una causa. Odian a Israel y al sionismo por “representar” al imperialismo norteamericano en Próximo Oriente. Existen como oposición política en la mayoría de los países occidentales. Pero serán degollados como cualquier infiel si llegan a triunfar sus admirados aliados. Desgraciadamente para ellos la realidad no les da la razón. No pueden salir de su enajenación mental. No habrá ningún general que pueda ordenarles que abandonen la trinchera en que se han metido. Por sí mismos no pueden salir de ella. Están tan hundidos que morirán enterrados entre sus paredes...antes que reconocer su derrota política.
Los soldados rezagados del
izquierdismo nacionalista tienen
también unas fecha de la derrota de su proyecto político nacional. Una de esas
fechas es el 20 de octubre de 2011 cuando las fuerzas opositoras al general
Muamar Gadafi, lo mataron cerca de la ciudad de Misrata. Con esta muerte
desapareció el líder de los Movimientos de Liberación Nacional de los años 70
del siglo pasado. En este caso este hombre murió con violencia. La misma que él
predicó durante tantos años. Y fueron sus propios nacionales quienes la
llevaron a cabo. En los campamentos del desierto libio se entrenaron muchos
foquistas que llevaron la lucha armada, la violencia política, a sus propios y
también ajenos países. Aplicaron aquella frase dicha por un general argentino
nacionalista: la violencia de abajo no es violencia, es justicia. Creyeron, nos
hicieron creer, que la pobreza engendra la violencia cuando en realidad es la
violencia quien engendra la pobreza. Lo que en realidad sucede es que sienten
fascinación por la violencia política. Esta gente, quizás con más afinidades
que el grupo anterior, se abrazan políticamente también con el yihadismo
islamista de Hamás y también odian con igual intensidad a Israel y al sionismo.
El sionismo que no es nada más ni nada menos que el Movimiento de Liberación
Nacional del pueblo de Israel, pero no es reconocido de esta manera por ellos.
Se puede decir que ellos reconocen el derecho de liberación de todos los
pueblos...menos el del pueblo de Israel. Los miembros de este grupo constituyen
o participan en el gobierno en muchos países. Estos gobiernos, auto definidos
como de izquierda, se caracterizan en lo político por su intolerancia...al
igual que la derecha, en lo social por el clientelismo...al igual que la
derecha, en lo económico por su capitalismo...al igual que la derecha y en lo
internacional por su amistad económica con el imperialismo norteamericano...al
igual que la derecha. Si no fuera tan grave el asunto hasta podría verse
cómicamente el caso de Venezuela: vende toda su producción de petroleo a EEUU y
además el actual gobierno de Maduro acaba de proponer un padre nuestro
convirtiendo a Chávez de líder político a santo religioso. Esto no es sólo
enajenación mental permanente de los dirigentes: es un excelente libreto para
un programa cómico de Groucho Marx.¿ No tienen diferencias con la derecha
política ? Haciendo un símil del boxeo, sí que la tienen: mientras que ellos
amagan con la zurda te terminan pegando con el puño derecho. En cambio la
derecha política, siempre te amaga y te pega...con el puño derecho.
Como conclusión ambos grupos están en sus trincheras, son soldados rezagados de sus guerras perdidas y no se rendirán nunca ...porque no tienen sentido
auto crítico, porque tienen mucha cobardía política, porque sus elucubraciones
son una tapadera de la realidad y porque no reconocerán su rotundo fracaso
político.
Como dijo un poeta mexicano: su moral...es la de un árbol que
da moras.