05/10/11

Shaná Tova y Feliz Ion Kipur



Por Pablo Veiga*


AURORA

Me conminan los amigos de Aurora a escribir un artículo con motivo de la celebración de dos fiestas tradicionales judías emblemáticas: Año Nuevo y Día del Perdón.
La casualidad quiso que justamente hace un año visitara por primera vez Israel. Mi periplo por el país coincidió con el Rosh Hashaná. Su conmemoración vino seguida del shabat, que añadido a la finalización del ramadán musulmán modificó sustancialmente el itinerario previsto. Las dificultades para disponer de transporte público obligó a poner rumbo a Jerusalem desde el lago Kinneret, abandonando la idea inicial de recorrer los Altos del Golán y las zonas más septetrionales. Lamento señalar que la expresión saná tová me llegó a producir cierto enfado, ya que no contaba en mis planes con esa alteración. La penitencia fue disfrutar de la ciudad de Jerusalem un par de días más de lo previsto.
Acostumbrados por nuestras latitudes a celebrar el fin de año y comienzo del nuevo con fiestas en la calle toda una noche hasta el amanecer, el Rosh Hashaná judío es austero y de oración. De ahí el choque por la importante diferencia. Nosotros acostumbramos a brindar para que los doce meses venideros vengan cargados de felicidad y que sean mejores que los doce anteriores. El trabajo, la salud y el amor son los tres deseos que no pueden faltar.
Sobre el Ion Kipur, mis conocimientos eran mínimos. Lo asociaba a una de las guerras árabe-israelí. Aunque tenía idea de su considerable significación por un conocido jugador de fútbol, Haim Revivo, que militó en el Celta de Vigo, uno de los principales equipos de la región, a finales de los años noventa. Dicho jugador israelí cumplió con el precepto de su religión. El partido fue adelantado y Revivo sustituído para marchar a sua casa con la familia. La segunda imagen que tengo grabada en mi retina la contemplé hace un año; nunca olvidaré estando yo en la Ciudad Vieja de Jerusalem, una semana antes del Ion Kipur, la marcha de cientos de jóvenes, chicos y chicas, que se dirigían por las callejuelas estrechas y empedradas hacia el muro de las lamentaciones. Sus vítores y su alegría por llegar al lugar sagrado donde durante mucho –demasiado- tiempo otros no tenían la oportunidad de llegar. Quizás recordasen algunos de sus antepasados, que dejaron la vida conquistándolo, o de aquellos que fueron masacrados en los campos de concentración, o fueron perseguidos y humillados. Lógico tanto alboroto. Esos chavales transmitían patriotismo con sus cánticos. La escena, sin duda, de las más emotivas de mis doce días por Israel.
El pueblo judío celebra su año 5772. Felicidades. Durante estas efemérides, como siempre, se rezará por la paz. Y el Día del Perdón, los judíos de Israel y del resto del mundo ayunarán y orarán en recogimiento. Los mismos anhelos, año tras año. Y se hará un esfuerzo por perdonar a aquellos que sólo piensan en negativo, con ideas fijas perniciosas para los demás y para ellos mismos. Amor y paz frente a odio y guerra. Trinfarán los primeros, seguro.
*Pablo Veiga é socio de AGAI e colaborador no semanario israelí AURORA