Un texto leído en la catedral de Santiago de Compostela. En un momento de especial solemnidad. Quiero agradecer al Arzobispo y en especial a Don José María, el Deán de la Catedral su generosa voluntad para que ese momento fuera posible. Quiero repetir aquí sus palabras: “El Apóstol Santiago ya tiene su tumba, donde millones de peregrinos pueden recordar su nombre; pero 6 millones de víctimas del Holocausto no tuvieron ninguna tumba donde podamos ofrecer nuestro recuerdo, solo nos quedará por siempre nuestros corazones”.
He venido desde la ciudad santa de Jerusalén, en una peregrinación en memoria de las Santas Almas de una familia que fue asesinada por los nazis en el Holocausto. Hablando de esta familia, quiero citar a Marín Buber, que dice en su (libro, poema?) Luz Escondida: "Antes de que el alma humana hubiera llegado a este mundo, ésta había sido mostrada en todos los mundos. Finalmente, el alma se transfirió a la gran luz que había iluminado el momento de la divina creación. Y ¿por qué había sido mostrada esta luz al alma? Porque ella estaba buscando esta luz y trataba de acercarla a su vida encarnándose en este mundo."
Las preciosas almas de una familia judía habían sido mostradas, por el contrario, a la oscuridad del infierno, es decir, a un cruel asesinato, a un acto de sacrilegio, a una acción contra Dios eterno, a una acción contra la humanidad y contra la luz de sus almas, a las que se habían privado de la luz.
Estoy aquí con una amiga, cuyos padres sobrevivieron al Holocausto. En memoria de sus abuelos, Meir y Shiena Kvasgalter, y de su tio Haim, que nunca llegó a conocer, y de sus abuelos maternos, Yitzhak y Dvora Rabinovitz. encedendamos nosotros la luz de nuevo. Meir, quiere decir el que enciende la luz. Esperemos nosotros que Meir, ahora un santo en el cielo, encienda la luz para nosotros.
Prof.Avital Heyman
Compostela, 27 de Enero de 2007
Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas del Holocausto
Mordejai Levi, Concelleiro de Asuntos Interrelixiosos de Jerusalem
