Por Pablo Veiga
Artigo publicado no xornal israelí AURORA
¡Cuidado con algunos amigos…!
Artigo publicado no xornal israelí AURORA
¡Cuidado con algunos amigos…!
A
lo largo de la Historia, existen numerosos ejemplos donde pueblos
avasallados por otro estado más fuerte sintieron empatía por
aquellos cuyo rival era el mismo, es decir, se compartía enemigo.
Hemos asistido a extrañas alianzas, como las observadas durante la
segunda guerra mundial con la Alemania nazi tanto en Ucrania como en
Bretaña. Los primeros vieron en Hitler a un aliado para desprenderse
del yugo comunista soviético. Los bretones anhelaban disponer de
mayores cuotas de autogobierno frente a una Francia tradicionalmente
centralista y jacobina. Craso error resultaron ser esas dos amistades
de conveniencia para ambas nacionalidades.
Israel,
desde el mismo momento de su declaración de independencia ha estado
permanentemente cuestionado y amenazado. Hoy en día, las enemistades
siguen siendo notables y palpables, no solamente en su entorno
geográfico más cercano, sino también en el resto del mundo, donde
se hacen llamados sin ningún tipo de disimulo al boicot y sabotaje
de todo aquello que huela a israelí o judío. El antisemitisto sigue
vigente lamentablemente, produciéndose episodios criminales tanto en
Europa como en Estados Unidos o Australia.
Ante
este panorama, lógicamente uno busca aliados y agradece cualquier
tipo de apoyo o solidaridad, venga de dónde venga y sea como sea
quién se postula a ello. Salvando las distancias con los ejemplos
señalados anteriormente, cierto es que Israel debería cuidarse
mucho a la hora de echarse en brazos de personajes como el
recientemente elegido presidente de Brasil, el señor Jair Bolsonaro,
a pesar de su explícito apoyo, incluída la propuesta de traslado de
la embajada a Ierushalaim. No será esta columna un foro en el cuál
se cuestione la absoluta legitimidad y la innegable legalidad en el
proceso de elección de ningún candidato en cualquiera de las
elecciones democráticas que tienen lugar a lo ancho y largo de
nuestro planeta, siempre y cuándo existan plenas garantías
democráticas. Uno no es quién de enjuiciar, ni de menospreciar el
sentido del voto de cincuenta y siete millones de brasileiros que
votaron a una opción; ni siquiera entrar en las motivaciones de
esos resultados. Y el mismo argumentario servirá en cualquier otro
país. El pueblo es soberano y sus mandatos en las urnas, para bien o
para mal, sagrados.
Aún
así, uno no puede ser ajeno a lo que ha oído y leído sobre ciertas
proclamas del presidente electo de la principal economía
sudamericana, atreviéndose a rebatirlas. Sus halagos a la dictadura
militar, lamentándose de no haber asesinado a más compatriotas
suyos, resultan vomitivos. No menos deleznable es su desprecio por la
cuestión ambiental, al prometer casi total vía libre a las
industrias madereras y otras dentro de la Amazonía, cuyas
consecuencias serían terroríficas no solamente para las poblaciones
nativas que viven en esa cuenca desde hace miles de años, sino para
el conjunto de la Humanidad. Y por último, sus exabruptos sobre la
mujer y homosexuales. Burdos e inaceptables.
Voto
de confianza, por descontado. Pero tengamos claro que los enemigos de
mis enemigos no siempre resultan ser fiables amigos.
Pablo
Veiga
Socio
de A.G.A.I. – Asociación Galega de Amizade con Israel-