24/09/16

Os perigos da democracia




Por Pablo Veiga*
        
Existe una graciosa anécdota en la que un veterano mandatario iberoamericano, de viaje institucional por Galicia hace más de veinte años, reunido con el presidente gallego, de edad similar, en las que éste trataba de convencerlo de la necesidad de democratizar el país, legalizando organizaciones políticas y dando paso a elecciones multipartidistas. El anfitrión ponía énfasis en las grandezas de un sistema donde los ciudadanos pudiesen elegir a sus gobernantes periódicamente, en contraposición a un régimen autoritario.  Pero el hospedado, aún prestando suma atención y asintiendo en ocasiones, zanjó la conversación con una lacónica frase: “Sí, yo convoco elecciones, pero y si las pierdo…”. Y hasta hoy. Dos décadas de inmovilismo.

El concepto de democracia tiene distintos significados según las latitudes en las que se pronuncie. En Europa e Israel lo tenemos muy claro. Con dificultades, contradicciones y, por supuesto, muchas imperfecciones, pero sin cuestionar los valores y principios por los que se rige un estado democrático.

Pero tenemos multitud de ejemplos en el planeta muy alejados de lo que entendemos por una verdadera democracia, aunque utilicen el apellido habitualmente. Una muestra de ello, el mundo árabe. En esta misma columna, hace un lustro saludábamos las revueltas que se estaban produciendo en Egipto, Túnez, Libia y en algún otro país del Golfo. Titulábamos con un clarividente “No tengamos miedo a la libertad”. Pasado este tiempo, el resultado en líneas generales dista mucho de las expectativas generadas, más bien todo lo contrario.

El caso palestino no es ajeno a esta valoración negativa. Han pasado diez años de aquella contienda electoral, cuyo resultado en la franja de Gaza supuso la victoria de Hamás sobre los herederos de Arafat. En las semanas posteriores no se produjo un normal traspaso de poderes del derrotado al vencedor, como ocurre, con mayor o menor celeridad, con más o menos colaboración, en nuestros estados, autonomías y municipios. No. Las armas substituyeron a las reuniones de cortesía entre ambos bandos. Unos no aceptaban perder el poder y los correspondientes privilegios que tenían hasta la fecha. Los otros, no supieron gestionar su contundente victoria. Todo ello derivó en un sangriento enfrentamiento entre las dos facciones. Docenas de muertos por las calles de Gaza,  tiroteados o arrojados desde los tejados. Finalmente, Hamás ganó el pulso y con mano de hierro ha gobernado este tiempo a sus conciudadanos con un balance en el plano económico y de desarrollo de ese territorio muy pobre. Como no, alguno se ha atrevido a culpabilizar al de siempre de los males palestinos, Israel.

Han pasado diez años y se habla de una nueva contienda electora y el interrogante que planteaba el viejo dictador iberoamericano está latente, siendo cierto que unos ganen y por consiguiente otros no lo hagan y pierdan. No pasaría nada si los contendientes aceptasen democráticamente el veredicto de las urnas. Gobernarían los primeros y los segundos estarían en la oposición. Aquellos tratarían de presentar una gestión óptima para ser reelegidos. Éstos, intentarían postularse como alternativa.
Parece tan sencillo. Y lo es. ¿Por qué no lo prueban?. Umhhh