José Ramón Ónega |
Por José Ramón Ónega*
1. DESCENDIENTES DE NOÉ PUEBLAN GALICIA
Una de las circunstancias que más llaman la atención
al profundizar en la investigación de la cuestión judía en Galicia, es la
extraordinaria conciencia que los historiadores de los siglos precedentes
reflejan del pasado hebreo del País. E igualmente, el cúmulo de leyendas que
matizan la creencia de que Galicia fue inicialmente poblada por los hebreos de
los tiempos bíblicos. Sigamos para esta cuestión al precursor del
nacionalismo gallego, Benito Vicetto 1, cuya exposición resumimos:
El año 2332 antes del nacimiento de Jesucristo, y 84
después del Diluvio general, según la opinión sostenida por Petabio, Moret,
Mentelle y Masdeu, llegó Túbal a España, procedente de los campos de Sennar,
región del Asia situada entre el Tígris y el Eúfrates.
Aunque sea difícil averiguar el camino que siguió en
su periplo, Túbal o Thobel desembarcó en Setúbal, en la desembocadura del Tajo,
cuya etimología se compone de dos vocablos caldeas: seth, que significa postura
y asiento, y Túbal, su nombre.
Túbal era nieto de Noé, el personaje bíblico que se
salvó del Diluvio, y desembarcó precisamente en el punto más céntrico de toda
la región hidrográfica de la Península, pues tanta es la distancia de Setúbal al golfo de Rosas, como de
Setúbal al golfo de Vizcaya.
«La atmósfera perfumada de las florestas —dice
poéticamente Vicetto—, la abundancia de exquisitos frutos y pescados, la vista
de infinitos criaderos de jaspes, pórfidos y marquesitas, y el eterno verdor de
las praderas, donde los ganados podían apacentar y reproducirse
beneficiosamente, hizo que el desembarco de Túbal y de sus gentes se verificase
con el mayor alborozo, redoblándose el vehemente deseo que los alentaba de
poblar el mundo; deseo que significa también para nosotros un destello de luz
divina que iluminaba los entendimientos de aquellos primeros seres; de aquellos
primeros seres que colocaba en las tinieblas del tiempo, como primeros
eslabones de la cadena de razas en que había de desarrollarse progresivamente
el espíritu de la nueva Humanidad.» 2
Pero tales noticias de los descendientes de Noé se
recogen con más detalle en Flavio Josefo, historiador judío del siglo i de
nuestra era, nacido en Jerusalén el año 37, que intenta explicar el origen de
las naciones, lógicamente desde la perspectiva bíblica. Recoge Josefo las
tradiciones e historias hebreas conservadas por Abraham y escritas por Moisés,
y dice con respecto a España:
«A los hijos de Noé les nacieron otros hijos que
ocuparon las tierras, y en honor de ellos, los hombres imponían sus mismos
nombres a la que cada cual por su parte había ocupado. Naciéronle, pues, a
Japhet, hijo de Noé, siete hijos: éstos se posesionaron de la tierra que hay
desde el monte Tauro y Amano, y se fueron dilatando en el Asia hasta el río
Tanais, y en la Europa hasta Gadir; tomando cada cual su asiento en tierra que
no estaba ocupada por otro, y dieron a las naciones sus mismos nombres. Thobel
dio asiento y morada a los Thobelos, los que en nuestra edad son llamados
iberos, Thobelos thobelis sedero dedit, qui nostra aetate lberi vocantur.»
«Que Flavio Josefo —aclara Vicetto— habla aquí de los
iberos españoles y no de la pequeña nación del mar Caspio, es evidente: ya
porque trata de la población de la parte de Asia que está desde el Tauro al
Tanais, donde no está la Iberia oriental; ya porque habla de la población
europea hasta Cádiz, Gadir, y en ésta están los iberos españoles; ya porque,
como se ve en sus palabras, a los mismos que llama iberos extendidos hasta los
últimos fines del Occidente, a estos mismos iberos les llama también hispanos,
pues dice: Las gentes que habitaban las tierras elevadas y lejanas del mar no
fueron conocidas de los griegos, en su mayor parte; puesto que, respecto de los
galos y de los hispanos, fue tal la ignorancia que tuvieron de ellos y de sus
cosas, aun aquellos mismos que entre los griegos eran tenidos por los más diligentes
escritores, entre los que se nombra a Ephoro, que tuvieron a todos los iberos
por una sola ciudad, estando extendidos por todo el Occidente: ut iberos unam
civitatem esse existimarint, cum tam late in occidentem fines eorum pateant.»
La misma opinión sostiene San Jerónimo, que escribió tres
siglos después. Aquellos descendientes de Thobel, o Thobelos, ocuparon
las tierras y las poblaron. Florián de Ocampo opina que los thobelos fueron
reyes o gobernadores de España, desparramándose con sus gentes por las
distintas regiones. Así Ibero, siguiendo la costa de Levante, pobló la región
hidrográfica del Ebro. Idúveda, siguiendo el interior de la Península, dio
nombre a las sierras Idúvedas, entre Agreda y Tarazona. Y Brigo, siguiendo el
litoral de Poniente, pobló las comarcas septentrionales y, en concreto, Galicia.
Brigo daría nombre a la raza brigantina, asentada en el
litoral noroeste, entre los cabos Finisterre y Ortegal. Allí construiría su
vivienda, en el paraje llamado aún hoy Pazo do Rey Brigo. Poco a poco aquellos
primeros pobladores, descendientes de Noé, irían extendiéndose hacia el
interior, luchando con las selvas y con las fieras, talando e incendiando
bosques y fundando poblados.
2. - ¿ EL HEBREO, PRIMER IDIOMA HABLADO EN GALICIA?
La idea que tenían de Dios aquellos aborígenes era
sublime. Le consideraban espíritu universal y vivificador, y no lo
personalizaban en estatuas, ni lo simbolizaban en los astros, en los ríos y en
las plantas. El culto que los brigantinos rendían al Señor era en los lubres,
bosques sagrados a los que los romanos dieron el nombre de Tucos. «Bosque
sagrado donde a lo patriarcal se reunían los antiguos galaicos para tributar su
adoración a Dios, como Abraham lo tributaba con su familia en el bosque
plantado por él mismo en Bersabé.»
¿Era aquel Dios universal y vivificador, sin estatuas ni
símbolos, el Dios de Israel? ¿Aquellos bosques sagrados eran el recuerdo del bosque
de Bersabé?, nos preguntamos.
Pero Vicetto acentúa más la idea de la fundación hebrea
en Galicia diciendo: «El idioma de la raza brigantina era el de la raza
thobelia o tuvalita, puesto que una raza se derivaba al fin de la otra.» «El
hebreo era, pues, su idioma nativo», concluye Vicetto 5, de una manera
ciertamente aventurada y simplista que, sin embargo, no resta simbolismo a su
afirmación.
3. FUNDACIÓN DE NOIA POR NOÉ
Con el precursor del nacionalismo e intuitivo historiador
gallego, otros autores del siglo xix abundan en el pasado hebreo de Galicia. El P. Seguín señala:
«Si creyéramos las historias, pudiéramos afirmar sin
recelo que tuvieron los gallegos por maestro de náutica a Noé. Fue segundo
padre del mundo, el primero que mejor la gobernó en las inmensas aguas del
diluvio, que era un piélago sin orillas, cuyo puerto fue la empinada cumbre de
las montañas de la Armenia. Estuvo este eminentísimo piloto tan de asiento en
el reino de Galicia, que, según afirman los escritores, fundó y pobló con su
gente la villa de Noya, colocada en la costa de sus mares, la cual aún hoy
—como dice el portugués Rodrigo Méndez— conserva por armas el arca de Noé
nadando sobre las aguas del diluvio, y al Santo Patriarca asomando la cabeza
por la ventana, mirando a la paloma que vuelve con el verde ramo de oliva en el
pico. Detenidos por Noé en esta tierra, y refiriendo, como es natural, los
sucesos de la navegación pasada a sus compañeros y vecinos, tuvieron éstos
ocasiones de aprender a despreciar los peligros de las olas y tempestades del
océano...
Apenas los historiadores acaban de reconocer repúblicas
en el mundo destruido con las aguas del diluvio, cuando colocan en Galicia la
más ilustre cabeza de todas ellas. Es ésta el patriarca Noé, segundo padre del
mundo, que ya oímos fundó a Noya en aquel reino cuando fue a visitar a sus
nietos, hijos de su tercero génito Jafet. Aunque no fueran verdaderas estas y
otras semejantes historias de cosas antiquísimas de Galicia, dan a conocer
bastantemente cuán gran crédito tiene este reino para con los eruditos que le
dan tan ilustres poblaciones.
Lo cierto es que parece más verosímil que aquellos
famosos progenitores del mundo, que la Divina Providencia estimó para pobladores de España, no fuesen a aquella península por
tierra, ni pasasen los montes Pirineos, ya porque estaban éstos impenetrables
en aquel tiempo y desiguales, quebrados y embarazados los pasos de todo el
terreno del mundo, con las amontonadas ruinas del diluvio; ya porque unos
hombres que habían estado embarcados en el arca más de un año, y habían andado
casi todo este tiempo sobre las inmensas aguas del diluvio, bien sabían
disponer y gobernar una navegación tan corta como la del Mediterráneo, con que
evitaban tantos trabajos de un camino tan largo y peligrosísimo por tierra, y
ese mismo podían enseñar a sus descendientes.
También es más verosímil que no
hiciesen asiento y poblaciones hasta reconocer los últimos términos o costas de
España, que son las de Galicia. Porque, ¿qué hombre funda una casa en una
heredad sin que primero la registre toda o llegue a lo menos hasta sus últimos
términos para escoger el mejor sitio? Siendo, pues, España la heredad que le
tocó a los descendientes de Jafet, y siendo una península que podía costear tan
fácilmente en sus embarcaciones unos hombres que las sabían disponer, ya por su
experiencia, ya por la ciencia singular que comunicó la Divina Providencia a
los que habían de ser padres y maestros del mundo, no es creíble que dejasen de
llegar antes de establecerse en otra parte a lo último de España, al dar vista
a lo último de la Tierra, que es Galicia. Ni en esto hacemos novedad en las
historias, principalmente en las portuguesas, que ponen las primeras
poblaciones de Túbal en aquellas partes occidentales...
Esta verdad comprueban, pues, las antiquísimas historias
que ponen a Noé haciendo poblaciones en Galicia, como reino en donde encontró a
sus nietos, a quienes fue a visitar. Y esto, finalmente, confirma (además del
Arca de Noé, que dijimos tiene por armas) el nombre de la villa de Noya, que
conserva el nombre de Noé, pues Estrabón la llama Noevia; Noeglia, Plinio;
Noela, una inscripción de su puente; y afirma Florián del Campo que se tiene
creído que después se llamó Noeya, y quitándole con el tiempo a la
pronunciación una letra, quedó Noya.
Ni enflaquece estos argumentos, sino que antes lo
corrobora la opinión de otros autores, que tiene por más verosímil el portugués
don Francisco Manuel. Dicen éstos que no es población de Noé la villa de Noya,
sino de su nieto el patriarca Túbal que le dio el nombre de su abuelo; y otros
discurren que le dio el nombre de su mujer llamada Noia o Noela. Porque, de
cualquier modo que esto sea, queda siempre firme nuestro principal asunto con
la consecuencia que guardan los autores y las circunstancias acerca de la
población de. Galicia, a quien hacen la primera y le dan uno de los más
ilustres y venerables progenitores, cabezas y reyes en aquellos antiquísimos
tiempos cercanos a las ruinas del diluvio, ya sea el patriarca Noé, ya su nieto
el patriarca Túbal, que como hijo de Jafet fue poblador de toda España, según
la más recibida sentencia entre los doctos.»
Vicetto opina que el padre Seguín confundió a Noé,
segundo hijo de Gall y de Celt —personificación de sus razas— con el Noé
elegido por el Altísimo para perpetuar la humanidad, después de retirarse las
aguas del Diluvio. Este Noé daría origen a la raza noeria o nerita. Pero Gall
procedía de aquellos míticos brigos, que a su vez descendían de Túbal, y éste de
Noé el patriarca del Diluvio, por ser su nieto.
Por su parte, Cortés y López menciona que varios
historiadores antiguos, y entre ellos el Nebrija, creyeron que NoIa fue fundada
por el patriarca Noé. Igualmente, Juan Vasco, en su Crónica, dice: «Habiendo venido
a España Noé, a quien se da también el nombre de Janó, se cuenta que edificó en
esta nación dos ciudades; y a las dos impuso su nombre: a la una en Galicia la
llamó Noela; y a la otra en Asturias, Noega.» Añadamos nosotros que en la provincia de Pontevedra hay una parroquia denominada Noalla, cerca de Cambados.
4. THOBEL, NIETO DE NOÉ, FUNDA BETANZOS
A Betanzos también se la supone de antiquísima fundación.
Según una historia inédita, sacada del Archivo del Monasterio de San Martín de
Santiago, cajón 19, expurgada por Vicetto, fue fundada la ciudad, por «un hijo
de Thobel, que fue nieto de Noé, el cual fundador se llamó Brigo, y fue
descendiente de Noé, por la línea de Japhet, porque este Japhet fue hijo de Noé
y padre de Túbal, que fundó a España, y Túbal tuvo por hijo a Brigo, el cual
fundó a Betanzos y la llamó Brigancia poniéndole su propio nombre».
Pero por si fuera poco se disputa sobre la antigüedad de
Betanzos comparándola con la de Noya. Dice el autor anónimo: «La fundación de
esta ciudad (Betanzos) es de las más antiguas de este reino, si no es la más;
porque aunque algunos quieren decir que hay otras poblaciones más antiguas por
haberlas fundado Noé, bisabuelo de Brigo, como Noya; esta razón no concluye
contra la antigüedad de Betanzos, puesto que cuando Noé vino a España, estaba
fundado ya Betanzos.»
5. REALIDAD Y FUNDAMENTO DE LA TRADICIÓN HEBREA GALLEGA
Por encima de la ingenua certeza con que los
historiadores citados hablan de los tiempos remotos, de la visión poética del
pasado y la dudosa personificación de las supuestas razas que se dice poblaron
Galicia, existe, sin embargo, una curiosa unanimidad en reconocer orígenes
hebreos a la Península Ibérica y, en concreto, a Galicia. Es evidente que los
historiadores parten para esta construcción de los supuestos bíblicos de que
Noé y su familia fueron los únicos que se salvaron del Diluvio, por lo que sus
descendientes fueron también los únicos que poblaron Europa y Asia. Lógicamente
este concepto se halla en revisión porque no todos admiten la simplificación
racial que se desprende de la tesis de la Biblia ni se piensa que, aun
existiendo el Diluvio Universal, sólo Noé y su familia se salvasen. Por otra
parte, es notoria esta influencia en las hipótesis de Flavio Josefo y en las
noticias que se contienen en sus dos obras capitales, Antigüedades judaicas y
Contra Apión.
Pero los historiadores que destacan el pasado hebreo de
Galicia no se limitan a la mera divagación histórico-legendaria, sino que
realizan un esfuerzo notable para descubrir las bases reales de lo que les ha
llegado por la vía de la tradición, de la literatura histórica o de las fuentes
bíblicas.
Cortés y López cree, por ejemplo, que el río Allous que
está sobre el cabo Villano, en la ría de Camariñas, trae su nombre del verbo
céltico alter, caminar, o del hebreo alach, que significa lo mismo. Vicetto, cuando se pregunta de dónde venían los céltigos,
responde textualmente: «¿De dónde venían? Ya lo sabéis: los céltigos de los
brigantinos, como los brigaritinos de los tubalitas, como los tubalitas de los
hebreos y los hebreos de Noé.» lo Y cuando interroga: « ¿Qué idioma, qué
lenguaje tenía aquel pueblo para comunicarse entre sí?, ¿el hebreo?» Responde:
«Parte el hebreo y parte del que creó, base del autóctono o céltico puro; si
bien hoy ya muy adulterado, después de tantos siglos como transcurrieron para
llegar hasta nosotros.» E incluso cuando se trata de averiguar la etimología del
nombre de Galicia, se encuentran respuestas variadas, pero la mayoría orientadas hacia la procedencia hebrea. Así
Vicetto dice: «La voz Galicia es matriz hebrea de la voz galos.» Huerta opina que se llamó Galicia porque en hebreo,
sirio y árabe llaman al hielo o cristal Gelid y Kalid o Galed.
Otros autores señalan, en fin, que Galicia recibió
este nombre de Gomer, hijo de Jafet, nieto de Noé. Pero las averiguaciones etimológicas continúan
incesantemente. La voz de Iria (hoy Padrón), según Gregorio Mayans, es hebrea y
significa lo mismo que oppidum, civitas, tomada de la raíz ir o hir. Lo mismo
ocurre con el río Narahío, mencionado por Pomponio Mela, que coloca en sus
orillas a la ciudad de Libunca, en la comarca de la actual Neda, en El Ferrol;
la voz Naharius es hebrea, y viene de Nahar, que significa flumen, río. Obsérvese, por tanto, el esfuerzo de los autores por
acomodar la tesis de la fundación bíblica, buscando la huella del hebreo en la
toponimia.
Pero, ¿hasta qué punto tiene base científica aquella
construcción histórica? No lo sabemos a ciencia cierta, pero, en todo caso, es
un indicio importante. Si el pueblo hebreo es uno de los pueblos más antiguos
del mundo, como está demostrado, no tiene nada de particular que en su
desarrollo traspasase los límites de sus fronteras y llegase al remoto
Occidente. Y ello todavía es más probable conociendo la movilidad de los
hebreos y su inquieta conducta viajera.
Quizá lo importante no sea saber si Noé fundó Noia o
pasó por Betanzos. Esto será, en todo caso, anecdótico. Lo importante es la
conciencia de posibles periplos hebreos a las costas gallegas y el supuesto de
que fuesen protagonizados no tanto por el patriarca bíblico como por sus
descendientes. No debe olvidarse tampoco el espíritu de los fundadores
bautizando tierras vírgenes e imponiéndoles sus nombres de origen o el de sus
antepasados. La historia de los españoles en la colonización americana y la de
los ingleses, franceses, portugueses y holandeses, es aleccionadora en este
sentido.
* Tirado do libro "Los judios en el Reino de Galicia" José Ramón Ónega Editora Nacional (1981) pax 23 a 31