09/03/16

Los judíos en el Reino de Galicia


José Ramón Ónega 
Por José Ramón Ónega*

1. DESCENDIENTES DE NOÉ PUEBLAN GALICIA

Una de las circunstancias que más llaman la atención al profundizar en la investigación de la cuestión judía en Galicia, es la extraordinaria conciencia que los historiadores de los siglos precedentes reflejan del pasado hebreo del País. E igualmente, el cúmulo de leyendas que matizan la creencia de que Galicia fue inicialmente poblada por los hebreos de los tiempos bíblicos. Sigamos para esta cuestión al precursor del nacionalismo gallego, Benito Vicetto 1, cuya exposición resumimos:
El año 2332 antes del nacimiento de Jesucristo, y 84 después del Diluvio general, según la opinión sostenida por Petabio, Moret, Mentelle y Masdeu, llegó Túbal a España, procedente de los campos de Sennar, región del Asia situada entre el Tígris y el Eúfrates.
Aunque sea difícil averiguar el camino que siguió en su periplo, Túbal o Thobel desembarcó en Setúbal, en la desembocadura del Tajo, cuya etimología se compone de dos vocablos caldeas: seth, que significa postura y asiento, y Túbal, su nombre.
Túbal era nieto de Noé, el personaje bíblico que se salvó del Diluvio, y desembarcó precisamente en el punto más céntrico de toda la región hidrográfica de la Península, pues tanta es la distancia de Setúbal al golfo de Rosas, como de Setúbal al golfo de Vizcaya.

«La atmósfera perfumada de las florestas —dice poéticamente Vicetto—, la abundancia de exquisitos frutos y pescados, la vista de infinitos criaderos de jaspes, pórfidos y marquesitas, y el eterno verdor de las praderas, donde los ganados podían apacentar y reproducirse beneficiosamente, hizo que el desembarco de Túbal y de sus gentes se verificase con el mayor alborozo, redoblándose el vehemente deseo que los alentaba de poblar el mundo; deseo que significa también para nosotros un destello de luz divina que iluminaba los entendimientos de aquellos primeros seres; de aquellos primeros seres que colocaba en las tinieblas del tiempo, como primeros eslabones de la cadena de razas en que había de desarrollarse progresivamente el espíritu de la nueva Humanidad.» 2
Pero tales noticias de los descendientes de Noé se recogen con más detalle en Flavio Josefo, historiador judío del siglo i de nuestra era, nacido en Jerusalén el año 37, que intenta explicar el origen de las naciones, lógicamente desde la perspectiva bíblica. Recoge Josefo las tradiciones e historias hebreas conservadas por Abraham y escritas por Moisés, y dice con respecto a España:
«A los hijos de Noé les nacieron otros hijos que ocuparon las tierras, y en honor de ellos, los hombres imponían sus mismos nombres a la que cada cual por su parte había ocupado. Naciéronle, pues, a Japhet, hijo de Noé, siete hijos: éstos se posesionaron de la tierra que hay desde el monte Tauro y Amano, y se fueron dilatando en el Asia hasta el río Tanais, y en la Europa hasta Gadir; tomando cada cual su asiento en tierra que no estaba ocupada por otro, y dieron a las naciones sus mismos nombres. Thobel dio asiento y morada a los Thobelos, los que en nuestra edad son llamados iberos, Thobelos thobelis sedero dedit, qui nostra aetate lberi vocantur.»

«Que Flavio Josefo —aclara Vicetto— habla aquí de los iberos españoles y no de la pequeña nación del mar Caspio, es evidente: ya porque trata de la población de la parte de Asia que está desde el Tauro al Tanais, donde no está la Iberia oriental; ya porque habla de la población europea hasta Cádiz, Gadir, y en ésta están los iberos españoles; ya porque, como se ve en sus palabras, a los mismos que llama iberos extendidos hasta los últimos fines del Occidente, a estos mismos iberos les llama también hispanos, pues dice: Las gentes que habitaban las tierras elevadas y lejanas del mar no fueron conocidas de los griegos, en su mayor parte; puesto que, respecto de los galos y de los hispanos, fue tal la ignorancia que tuvieron de ellos y de sus cosas, aun aquellos mismos que entre los griegos eran tenidos por los más diligentes escritores, entre los que se nombra a Ephoro, que tuvieron a todos los iberos por una sola ciudad, estando extendidos por todo el Occidente: ut iberos unam civitatem esse existimarint, cum tam late in occidentem fines eorum pateant.»

La misma opinión sostiene San Jerónimo, que escribió tres siglos después. Aquellos descendientes de Thobel, o Thobelos, ocuparon las tierras y las poblaron. Florián de Ocampo opina que los thobelos fueron reyes o gobernadores de España, desparramándose con sus gentes por las distintas regiones. Así Ibero, siguiendo la costa de Levante, pobló la región hidrográfica del Ebro. Idúveda, siguiendo el interior de la Península, dio nombre a las sierras Idúvedas, entre Agreda y Tarazona. Y Brigo, siguiendo el litoral de Poniente, pobló las comarcas septentrionales y, en concreto, Galicia. 

Brigo daría nombre a la raza brigantina, asentada en el litoral noroeste, entre los cabos Finisterre y Ortegal. Allí construiría su vivienda, en el paraje llamado aún hoy Pazo do Rey Brigo. Poco a poco aquellos primeros pobladores, descendientes de Noé, irían extendiéndose hacia el interior, luchando con las selvas y con las fieras, talando e incendiando bosques y fundando poblados.

2. - ¿ EL HEBREO, PRIMER IDIOMA HABLADO EN GALICIA?

La idea que tenían de Dios aquellos aborígenes era sublime. Le consideraban espíritu universal y vivificador, y no lo personalizaban en estatuas, ni lo simbolizaban en los astros, en los ríos y en las plantas. El culto que los brigantinos rendían al Señor era en los lubres, bosques sagrados a los que los romanos dieron el nombre de Tucos. «Bosque sagrado donde a lo patriarcal se reunían los antiguos galaicos para tributar su adoración a Dios, como Abraham lo tributaba con su familia en el bosque plantado por él mismo en Bersabé.» 

¿Era aquel Dios universal y vivificador, sin estatuas ni símbolos, el Dios de Israel? ¿Aquellos bosques sagrados eran el recuerdo del bosque de Bersabé?, nos preguntamos.
Pero Vicetto acentúa más la idea de la fundación hebrea en Galicia diciendo: «El idioma de la raza brigantina era el de la raza thobelia o tuvalita, puesto que una raza se derivaba al fin de la otra.» «El hebreo era, pues, su idioma nativo», concluye Vicetto 5, de una manera ciertamente aventurada y simplista que, sin embargo, no resta simbolismo a su afirmación.

3. FUNDACIÓN DE NOIA POR NOÉ

Con el precursor del nacionalismo e intuitivo historiador gallego, otros autores del siglo xix abundan en el pasado hebreo de Galicia. El P. Seguín señala:
«Si creyéramos las historias, pudiéramos afirmar sin recelo que tuvieron los gallegos por maestro de náutica a Noé. Fue segundo padre del mundo, el primero que mejor la gobernó en las inmensas aguas del diluvio, que era un piélago sin orillas, cuyo puerto fue la empinada cumbre de las montañas de la Armenia. Estuvo este eminentísimo piloto tan de asiento en el reino de Galicia, que, según afirman los escritores, fundó y pobló con su gente la villa de Noya, colocada en la costa de sus mares, la cual aún hoy —como dice el portugués Rodrigo Méndez— conserva por armas el arca de Noé nadando sobre las aguas del diluvio, y al Santo Patriarca asomando la cabeza por la ventana, mirando a la paloma que vuelve con el verde ramo de oliva en el pico. Detenidos por Noé en esta tierra, y refiriendo, como es natural, los sucesos de la navegación pasada a sus compañeros y vecinos, tuvieron éstos ocasiones de aprender a despreciar los peligros de las olas y tempestades del océano...

Apenas los historiadores acaban de reconocer repúblicas en el mundo destruido con las aguas del diluvio, cuando colocan en Galicia la más ilustre cabeza de todas ellas. Es ésta el patriarca Noé, segundo padre del mundo, que ya oímos fundó a Noya en aquel reino cuando fue a visitar a sus nietos, hijos de su tercero génito Jafet. Aunque no fueran verdaderas estas y otras semejantes historias de cosas antiquísimas de Galicia, dan a conocer bastantemente cuán gran crédito tiene este reino para con los eruditos que le dan tan ilustres poblaciones.

Lo cierto es que parece más verosímil que aquellos famosos progenitores del mundo, que la Divina Providencia estimó para pobladores de España, no fuesen a aquella península por tierra, ni pasasen los montes Pirineos, ya porque estaban éstos impenetrables en aquel tiempo y desiguales, quebrados y embarazados los pasos de todo el terreno del mundo, con las amontonadas ruinas del diluvio; ya porque unos hombres que habían estado embarcados en el arca más de un año, y habían andado casi todo este tiempo sobre las inmensas aguas del diluvio, bien sabían disponer y gobernar una navegación tan corta como la del Mediterráneo, con que evitaban tantos trabajos de un camino tan largo y peligrosísimo por tierra, y ese mismo podían enseñar a sus descendientes. 

También es más verosímil que no hiciesen asiento y poblaciones hasta reconocer los últimos términos o costas de España, que son las de Galicia. Porque, ¿qué hombre funda una casa en una heredad sin que primero la registre toda o llegue a lo menos hasta sus últimos términos para escoger el mejor sitio? Siendo, pues, España la heredad que le tocó a los descendientes de Jafet, y siendo una península que podía costear tan fácilmente en sus embarcaciones unos hombres que las sabían disponer, ya por su experiencia, ya por la ciencia singular que comunicó la Divina Providencia a los que habían de ser padres y maestros del mundo, no es creíble que dejasen de llegar antes de establecerse en otra parte a lo último de España, al dar vista a lo último de la Tierra, que es Galicia. Ni en esto hacemos novedad en las historias, principalmente en las portuguesas, que ponen las primeras poblaciones de Túbal en aquellas partes occidentales...

Esta verdad comprueban, pues, las antiquísimas historias que ponen a Noé haciendo poblaciones en Galicia, como reino en donde encontró a sus nietos, a quienes fue a visitar. Y esto, finalmente, confirma (además del Arca de Noé, que dijimos tiene por armas) el nombre de la villa de Noya, que conserva el nombre de Noé, pues Estrabón la llama Noevia; Noeglia, Plinio; Noela, una inscripción de su puente; y afirma Florián del Campo que se tiene creído que después se llamó Noeya, y quitándole con el tiempo a la pronunciación una letra, quedó Noya.

Ni enflaquece estos argumentos, sino que antes lo corrobora la opinión de otros autores, que tiene por más verosímil el portugués don Francisco Manuel. Dicen éstos que no es población de Noé la villa de Noya, sino de su nieto el patriarca Túbal que le dio el nombre de su abuelo; y otros discurren que le dio el nombre de su mujer llamada Noia o Noela. Porque, de cualquier modo que esto sea, queda siempre firme nuestro principal asunto con la consecuencia que guardan los autores y las circunstancias acerca de la población de. Galicia, a quien hacen la primera y le dan uno de los más ilustres y venerables progenitores, cabezas y reyes en aquellos antiquísimos tiempos cercanos a las ruinas del diluvio, ya sea el patriarca Noé, ya su nieto el patriarca Túbal, que como hijo de Jafet fue poblador de toda España, según la más recibida sentencia entre los doctos.»

Vicetto opina que el padre Seguín confundió a Noé, segundo hijo de Gall y de Celt —personificación de sus razas— con el Noé elegido por el Altísimo para perpetuar la humanidad, después de retirarse las aguas del Diluvio. Este Noé daría origen a la raza noeria o nerita. Pero Gall procedía de aquellos míticos brigos, que a su vez descendían de Túbal, y éste de Noé el patriarca del Diluvio, por ser su nieto.

Por su parte, Cortés y López menciona que varios historiadores antiguos, y entre ellos el Nebrija, creyeron que NoIa fue fundada por el patriarca Noé. Igualmente, Juan Vasco, en su Crónica, dice: «Habiendo venido a España Noé, a quien se da también el nombre de Janó, se cuenta que edificó en esta nación dos ciudades; y a las dos impuso su nombre: a la una en Galicia la llamó Noela; y a la otra en Asturias, Noega.» Añadamos nosotros que en la provincia de Pontevedra hay una parroquia denominada Noalla, cerca de Cambados.

4. THOBEL, NIETO DE NOÉ, FUNDA BETANZOS

A Betanzos también se la supone de antiquísima fundación. Según una historia inédita, sacada del Archivo del Monasterio de San Martín de Santiago, cajón 19, expurgada por Vicetto, fue fundada la ciudad, por «un hijo de Thobel, que fue nieto de Noé, el cual fundador se llamó Brigo, y fue descendiente de Noé, por la línea de Japhet, porque este Japhet fue hijo de Noé y padre de Túbal, que fundó a España, y Túbal tuvo por hijo a Brigo, el cual fundó a Betanzos y la llamó Brigancia poniéndole su propio nombre». 

Pero por si fuera poco se disputa sobre la antigüedad de Betanzos comparándola con la de Noya. Dice el autor anónimo: «La fundación de esta ciudad (Betanzos) es de las más antiguas de este reino, si no es la más; porque aunque algunos quieren decir que hay otras poblaciones más antiguas por haberlas fundado Noé, bisabuelo de Brigo, como Noya; esta razón no concluye contra la antigüedad de Betanzos, puesto que cuando Noé vino a España, estaba fundado ya Betanzos.» 

5. REALIDAD Y FUNDAMENTO DE LA TRADICIÓN HEBREA GALLEGA

Por encima de la ingenua certeza con que los historiadores citados hablan de los tiempos remotos, de la visión poética del pasado y la dudosa personificación de las supuestas razas que se dice poblaron Galicia, existe, sin embargo, una curiosa unanimidad en reconocer orígenes hebreos a la Península Ibérica y, en concreto, a Galicia. Es evidente que los historiadores parten para esta construcción de los supuestos bíblicos de que Noé y su familia fueron los únicos que se salvaron del Diluvio, por lo que sus descendientes fueron también los únicos que poblaron Europa y Asia. Lógicamente este concepto se halla en revisión porque no todos admiten la simplificación racial que se desprende de la tesis de la Biblia ni se piensa que, aun existiendo el Diluvio Universal, sólo Noé y su familia se salvasen. Por otra parte, es notoria esta influencia en las hipótesis de Flavio Josefo y en las noticias que se contienen en sus dos obras capitales, Antigüedades judaicas y Contra Apión.

Pero los historiadores que destacan el pasado hebreo de Galicia no se limitan a la mera divagación histórico-legendaria, sino que realizan un esfuerzo notable para descubrir las bases reales de lo que les ha llegado por la vía de la tradición, de la literatura histórica o de las fuentes bíblicas.

Cortés y López cree, por ejemplo, que el río Allous que está sobre el cabo Villano, en la ría de Camariñas, trae su nombre del verbo céltico alter, caminar, o del hebreo alach, que significa lo mismo. Vicetto, cuando se pregunta de dónde venían los céltigos, responde textualmente: «¿De dónde venían? Ya lo sabéis: los céltigos de los brigantinos, como los brigaritinos de los tubalitas, como los tubalitas de los hebreos y los hebreos de Noé.» lo Y cuando interroga: « ¿Qué idioma, qué lenguaje tenía aquel pueblo para comunicarse entre sí?, ¿el hebreo?» Responde: «Parte el hebreo y parte del que creó, base del autóctono o céltico puro; si bien hoy ya muy adulterado, después de tantos siglos como transcurrieron para llegar hasta nosotros.»  E incluso cuando se trata de averiguar la etimología del nombre de Galicia, se encuentran respuestas variadas, pero la mayoría orientadas hacia la procedencia hebrea. Así Vicetto dice: «La voz Galicia es matriz hebrea de la voz galos.» Huerta opina que se llamó Galicia porque en hebreo, sirio y árabe llaman al hielo o cristal Gelid y Kalid o Galed.

Otros autores señalan, en fin, que Galicia recibió este nombre de Gomer, hijo de Jafet, nieto de Noé. Pero las averiguaciones etimológicas continúan incesantemente. La voz de Iria (hoy Padrón), según Gregorio Mayans, es hebrea y significa lo mismo que oppidum, civitas, tomada de la raíz ir o hir. Lo mismo ocurre con el río Narahío, mencionado por Pomponio Mela, que coloca en sus orillas a la ciudad de Libunca, en la comarca de la actual Neda, en El Ferrol; la voz Naharius es hebrea, y viene de Nahar, que significa flumen, río. Obsérvese, por tanto, el esfuerzo de los autores por acomodar la tesis de la fundación bíblica, buscando la huella del hebreo en la toponimia.

Pero, ¿hasta qué punto tiene base científica aquella construcción histórica? No lo sabemos a ciencia cierta, pero, en todo caso, es un indicio importante. Si el pueblo hebreo es uno de los pueblos más antiguos del mundo, como está demostrado, no tiene nada de particular que en su desarrollo traspasase los límites de sus fronteras y llegase al remoto Occidente. Y ello todavía es más probable conociendo la movilidad de los hebreos y su inquieta conducta viajera.

Quizá lo importante no sea saber si Noé fundó Noia o pasó por Betanzos. Esto será, en todo caso, anecdótico. Lo importante es la conciencia de posibles periplos hebreos a las costas gallegas y el supuesto de que fuesen protagonizados no tanto por el patriarca bíblico como por sus descendientes. No debe olvidarse tampoco el espíritu de los fundadores bautizando tierras vírgenes e imponiéndoles sus nombres de origen o el de sus antepasados. La historia de los españoles en la colonización americana y la de los ingleses, franceses, portugueses y holandeses, es aleccionadora en este sentido.

Cuando hablemos de las juderías de Noia y Betanzos, veremos que su tradición hebrea no es ni mucho menos infundada ni despreciable. Porque Noya y Betanzos si no fueron fundadas por los patriarcas bíblicos, como nos dicen los autores que hemos citado, contaron con colonias de hebreos en la Edad Media. Cuándo llegaron allí aquellos judíos no podemos precisarlo, pero, en todo caso, no hay por qué descartar una antigüedad similar a la que se viene admitiendo para los del resto de la Península.

* Tirado do libro "Los judios en el Reino de Galicia" José Ramón Ónega Editora Nacional (1981) pax 23 a 31