01/05/11

El largo camino del judio hacia la Tierra Prometida


El largo camino del judío hacia la Tierra Prometida
Por Pablo Veiga
Publicado no semanario israelí AURORA
www.aurora-israel.co.il
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Toda cultura, pueblo o religión mantiene señalados en sus respectivos calendarios fechas propias habilitadas para el festejo. Son días marcados en los que se quiebra la rutina y se preparan con antelación para conmemorarlos de forma alegre y solemne. Israel y el judaísmo tienen también sus correspondientes fiestas. Recientemente, el colorista y vistoso Purim. Otras, más conocidas en Occidente, como Iom Kipur o Año Nuevo -Rosh Hashaná-, son de gran importancia. Pero quizás la festividad predilecta de la nación judía sea Pesaj, que se desarrolla este mes. Como muchas otras, el componente hogareño y familiar es fundamental. El recuerdo del Éxodo así lo merece. La primera de las múltiples emancipaciones que el pueblo judío ha llevado a cabo a lo largo de su historia. La ruptura de las cadenas egipcias y el largo camino hacia la Tierra Prometida y la libertad, abandonando el destierro y la esclavitud hace unos tres mil doscientos años son acontecimientos grabados en la memoria colectiva de Israel. No es de extrañar que las familias se reúnan y conmemoren el significado de esta festividad. Se rememora el pasado pero siempre, como es costumbre en el judío, con miras al porvenir. Pero Pesaj, aparte de sus reminiscencias históricas y épicas, contiene una identificación con la naturaleza. De ahí que sea conocida como la fiesta de la primavera, Jag Haaviv, en el mes de Nisán, donde el invierno queda atrás y surgen los primeros calores. Estamos ante el vínculo del judío con la tierra, su amor por ella y la vocación agrario ganadera. En condiciones climáticas nada favorables, un entorno hostil y una fertilidad del suelo más bien pobre, los pioneros que retornaron a la patria ancestral plantaron árboles donde la deforestación llevada a cabo en épocas anteriores los habían casi extinguido; crearon los kibutzim, donde primaron los valores del esfuerzo, solidaridad, igualdad y comunidad, cultivando y criando ganado, produciendo lo más imprescindible para la superviviencia humana, es decir, los alimentos. Ese apego a la tierra y el afán de superación de los israelíes convirtieron en realidad la utopía de florecer el desierto. Innovadores sistemas de irrigación nunca antes utilizados derivaron en que fueran productivas grandes extensiones cuyo fruto eran piedras y arenas. Éxitos que, desde este trocito de Europa Occidental llamado Galicia, los que simpatizamos con Israel, loamos ante aquellos cuya vena antisemita y fobia hacia todo lo hebreo les impide reconocer.

Y también alabamos el positivismo que emana el pueblo judío, castigado como ninguno a lo largo de la historia y que ha sabido sobreponerse a las persecuciones más crueles e inhumanas imaginables. Todas esas contrariedades no han supuesto la derrota, sino más bien han servido como acicate para salir adelante y conquistar el futuro. Por todo lo sucedido en el pasado, Pesaj es celebrado con júbilo. Hace más de treinta siglos los judíos se liberaron del yugo egipcio. En la época contemporánea, en el corazón de la vieja Europa, fueron unos seis millones los exterminados. Y a pesar de todo, otro éxodo hacia la Tierra Prometida llevó a la independencia, creando un Estado con gentes llegadas de las más variadas geografías. En las últimas seis décadas, unos vecinos con gobernantes poco amables tienen como finalidad arrojar los judíos al mar. Actos de terrorismo indiscriminado contra la población civil, alentados por aquellos que solamente predican odio y destrucción. Han sido muchas las batallas. Con sufrimiento, pero se han ganado todas. Feliz Pesaj, ciudadanos de Israel; son muchas las razones que tienen para celebrar.
* Pablo Veiga é socio da Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI)