Texto da presentación por Manuel S.Pérez Millos
Damos a benvida a todos os que tiveron a ben achegarse este acto, un máis entre os que, periódicamente, organiza a Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI). Neste caso trátase dunha charla-coloquio que confiamos sexa do interese dos asistentes.
Tamén debemos facer patente a nosa gratitude a Galerías Sargadelos pola súa amabilidade o cedernos desinteresadamente, unha vez máis, esta estupenda sala.
Aínda que o idioma oficial de AGAI é o galego, nesta ocasión prego licenza para empregar como lingua vehicular o español, xa que a nosa convidada desta tardiña, ainda que políglota, cecáis lle sexa máis cotián o uso do castelán e, xa que logo, fágaselle máis doada a tertulia connosco.
A veces, la Naturaleza nos hace testigos de aparentes contradicciones: la sensibilidad de Ruiz de Alarcón, se envolvía en un cuerpo deforme; el ímpetu intelectual de Stephen Hawkins, se contiene en un físico abatido por la enfermedad; las hazañas de Max Manus, de quien se dijo que fue “Héroe cuando tuvo que serlo”, fueron ejecutadas por un hombre de aspecto de lo más corriente. Bajo el punto de vista del tamaño, a nadie sorprende que los Estados Unidos, China, Canadá o Rusia sean grandes potencias; son países enormes. Pero hay, sin embargo, una nación muy pequeña, poco más que la mitad de Galicia, que es un gigante en ciencia, en tecnología, en investigación o en arte. Es un país de sorprendentemente sólida economía y que aporta, en relación porcentual a su población, más Premios Nobel y más galardones en las más diversas disciplinas, que cualquier otra. Esta nación es Israel.
A Israel, por los pilares de conocimiento y ética sobre los que se asienta, cabe augurarle un porvenir esplendoroso. Sus tan escasamente evanescentes fundamentos productivos, lo sitúan en un presente confortable, pese a la hostilidad que lo acosa de modo lamentable, vergonzoso y casi universal. Pero todo esto, lo actual y lo futuro, hunde sus raíces en un pasado –por cierto, muy reciente- de increíble crueldad y dureza. Un pasado que, en aras de inconcebibles cortesías interraciales, se oculta. Que se banaliza con estulticia y que, inclusive es negado impúdicamente sin que nadie ose denunciar tamaña falacia. Israel es poderoso, entre otras razones, porque se sustenta sobre la fe en sus capacidades, el patrimonio de su imparable creatividad y, quizás sobre todo, en su necesidad de existir, y porque fue forjado en la tremenda fragua de la persecución más abyecta y del genocidio más ferozmente planificado.
Pero pese a los esfuerzos negacionistas de personajillos de tenebroso “pedigree” y a la torpe complacencia de sus corifeos, todavía quedan testigos que vivieron el horror. Uno de ellos, Dª Micheline Wolanowsky de Papiernik, está con nosotros y nos hablará seguidamente. Dijo Plutarco que “A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas”. En esta ocasión no será, seguramente, la broma ocurrente, ni la anécdota simpática, o el momento intrascendente. Va a ser la crónica de la ingente proeza y la batalla sin cuartel por sobrevivir.
La Sra. Wolanowsky nació en Paris, Francia, en 1925. Actualmente a sus 84 años reside en Buenos Aires, Argentina. Estuvo casada con Charles Papiernik, sobreviviente de Auschwitz-Birkenau, con el cual construyó su familia. Charles Papiernik falleció en septiembre de 2007, a los 89 años. Durante la II Guerra Mundial, Micheline vivió escondida en Francia con documentación falsa, cambiando su lugar de residencia constantemente, escapando de la persecución nazi en la Francia ocupada. Los padres de Micheline y su hermana fueron deportados a Auschwitz-Birkenau donde fueron asesinados. En 1943, Micheline fue contactada por la Resistencia francesa, con la que colaboró hasta la liberación. En 1945, Micheline conoció a Charles Papiernik. En 1948, se casaron en Uruguay donde se establecieron, nacieron sus dos hijas y vivieron hasta 1974, cuando se mudaron a Buenos Aires. Micheline e Charles dedicaron sus vidas a preservar la memoria del Holocausto, dando su testimonio en diferentes lugares del mundo.
Y ya, sin más dilación, tengo el privilegio de dejarles con nuestra oradora.