Por Gloria de Antonio Rubio*
Publicado no semanario israelí AURORA - 06.04.2010
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Si ya resulta difícil el estudio de las condiciones de vida durante la Edad Media debido, básicamente, a la escasa información que ofrecen las fuentes documentales, las dificultades aumentan considerablemente cuando se trata de analizar las de la mujer medieval. Situación que se agrava aún más cuando lo que se pretende es conocer el papel de la mujer dentro de una comunidad minoritaria, casi marginal, como fue la judía.
Si ya resulta difícil el estudio de las condiciones de vida durante la Edad Media debido, básicamente, a la escasa información que ofrecen las fuentes documentales, las dificultades aumentan considerablemente cuando se trata de analizar las de la mujer medieval. Situación que se agrava aún más cuando lo que se pretende es conocer el papel de la mujer dentro de una comunidad minoritaria, casi marginal, como fue la judía.
A pesar de las lógicas diferencias entre mujeres cristianas y judías, la situación de unas y otras no fue muy diferente. La imagen que la documentación ofrece sobre la mujer cristiana es la de una mujer sometida a la tutela de los padres, de los hermanos o de los parientes. El consentimiento de éstos era indispensable, sobre todo, para contraer matrimonio y abandonar, de esta manera, la tutoría paterna y pasar a depender de la del marido. Sólo la viudedad, sobre todo si no se trataba de una mujer joven, le daba un mayor grado de libertad, al menos desde el punto de vista de escoger marido, pues no precisaba el permiso de sus padres o hermanos.
Su educación estaba encaminada hacia el matrimonio y la procreación, dándose tanta importancia al matrimonio que incluso externamente debía quedar de manifiesto este estado puesto que, por ejemplo, la mujer soltera podía llevar el pelo al aire mientras que la casada tenía que ir siempre con la cabeza tapada. En las comunidades hebreas medievales el núcleo básico fue la familia, entendida en sentido amplio -todos los individuos unidos por los mismos lazos de sangre y parentesco-, o en sentido estricto, es decir, familia conyugal -el matrimonio con o sin hijos-. Esta última se organizaba según un estricto régimen patriarcal, en el que la cabeza era el varón de mayor edad, en tanto que el papel de la mujer quedaba limitado al cumplimiento de las obligaciones derivadas de su condición de esposa y madre, así como a la realización de las tareas domésticas. Aún cuando existan matices diferenciadores, las condiciones de vida de la mujer judía gallega fueron muy similares a los de la mujer judía hispana e incluso a los de la mujer de las comunidades hebreas europeas, ya que la religión, auténtico motor y guía de la vida del judío medieval, impuso los mismos condicionantes.
El carácter patriarcal de la familia
El carácter patriarcal de la familia suponía para la mujer que, mientras permaneciera soltera, se encontraba sometida a la autoridad del padre o de un tutor y se manifiesta fundamentalmente en las escasas noticias que tienen a una mujer soltera como protagonista de las mismas. Es necesario hacer constar que en la mayoría de los documentos gallegos que hacen referencia a una mujer actuando en solitario, solamente se menciona su nombre sin ningún otro dato personal que permita conocer algo más sobre su identidad.
En consecuencia, no es posible asegurar si se trata de una mujer soltera actuando independientemente de su tutor o de una mujer viuda que, por su propia condición, contó con una mayor autonomía personal. Este podría ser el caso de Ordonna judía que con anterioridad a 1453 había aforado -el foro era una especie de contrato de arrendamiento- unas casas en la Rúa Nova de Ourense y de la que se desconoce su ascendencia, su estado civil o su descendencia. Merece la pena destacar también, el hecho de que en la documentación gallega, en documentos de repartos de tributos municipales, sea relativamente frecuente encontrar la referencia a una mujer como dona judía. Así, por ejemplo, se recoge en Ourense, en el año 1454, la contribución de dona judía por la Rúa Nova con seis maravedíes.
Al año siguiente, también en Ourense, en el contexto de una revuelta ciudadana, se registra que en la Rúa da Barreira había sido apedreada la casa en que mora dona judía. En este caso y dado la naturaleza del documento -una lista o padrón donde nada más se anotan, ordenados por calles, los nombres de los contribuyentes y las cantidades a pagar- no se puede precisar si se trata de dos personas diferentes o si es la misma que se hubiese mudado de casa. Es necesario considerar también que el hecho de no mencionar ningún dato que permita identificarla puede deberse o a que era un personaje lo suficientemente conocido en la ciudad como para no necesitar dar más detalles sobre ella o al desconocimiento por parte de las autoridades de sus datos personales puesto que, en ocasiones y en documentos de la misma naturaleza se menciona su procedencia, por ejemplo, la judía de Monterrey, o se dan detalles personales como que estuvo casada, tal es el caso de a judía que foy moller do rubio.
La dependencia de la mujer
La dependencia de la mujer
La dependencia de la mujer de su padre o tutor en tanto permanecía soltera queda claramente de manifiesto, en la documentación gallega, en el caso de huna filla de mestre Abraao, judio al que le había puesto de nombre Men¢ia. El domingo 9 de marzo de 1483 se había convertido al cristianismo y ese mismo día las autoridades municipales ofrecieron la exención de todo tipo de tributo a aquel que se casase con ella -mandaron que qual quer persona que casase con a dita Men¢ía …fose ysento e libertado de todos los tributos-. Quizá, la intención de Abrahán quien, por su título de mestre debía ser un profesional especializado, al permitir la conversión de su hija permaneciendo él en la ley judía -el hecho de seguir llamándose Abrahán es indicativo de este hecho- fuera precisamente encontrarle un buen marido.
La mujer judía era educada principalmente para el matrimonio y la maternidad. Teniendo en cuenta que en el mundo medieval era fundamental la perpetuación del linaje, la mayor honra que a una mujer podía caber era proporcionar descendencia al marido, al que debía obediencia, fidelidad y afecto. Esta supeditación se manifiesta en la documentación gallega de dos maneras.
Una manera consiste en identificar a las mujeres por su nombre unido al de su marido, sirva como ejemplo el caso, entre otros, de Donouro, judía, moller de Dauid o el de Rica de Samillan, moller de Abraáan Abarca. Esta identificación va más allá de la identificación en vida y se mantiene tras la muerte como queda de manifiesto en una lápida sepulcral descubierta en A Coruña y en cuya inscripción se menciona a Doña Seti muger de Don Ishaq el Qarol, a quien se desea que descanse en el Edén.
Una manera consiste en identificar a las mujeres por su nombre unido al de su marido, sirva como ejemplo el caso, entre otros, de Donouro, judía, moller de Dauid o el de Rica de Samillan, moller de Abraáan Abarca. Esta identificación va más allá de la identificación en vida y se mantiene tras la muerte como queda de manifiesto en una lápida sepulcral descubierta en A Coruña y en cuya inscripción se menciona a Doña Seti muger de Don Ishaq el Qarol, a quien se desea que descanse en el Edén.
Otra manera, consiste en omitir el nombre de la mujer para ser mencionada exclusivamente como la “mujer de”, incluso siendo ella la protagonista del documento. Este es el caso de la muller de Abrafán Vello y de la muller de Salamón Mayorgano quienes en Ourense, en el año 1457, protagonizaron una pelea que las llevó ante la justicia cristiana -que las encarceló y, posteriormente, dejó en libertad previo pago de 600 maravedíes- y la judía -que las condenó a un herem o excumunión parcial-, siendo sus maridos los encargados de representarlas en ambas ocasiones. Debido a la importancia que tenía para la mujer ser madre, en ocasiones se hace constar no solamente el nombre del marido sino también que había tenido hijos tal y como queda de manifiesto en la referencia al foro que foy de Colodro Jodio y de su mujer Ordona y su fyllo primero.
No puede considerarse que esta Ordona sea la misma que se ha mencionado anteriormente porque ambas se sitúan en áreas geográficas diferentes y relativamente distantes entre sí y los que aforan las casas son instituciones diferentes. Las referencias a los hijos no se limitan solamente a los varones pues, en ocasiones, se identifica a algunas mujeres por el nombre de la madre, como por ejemplo cuando se menciona a la filla de Lide¢e, judía, que vivía en la Rúa Nova de Ourense, o a la filla de formeira da Ría Nova, también de Ourense, que figura como testigo en un juicio celebrado en la sinagoga, por lo que indudablemente era judía.
En consecuencia y a modo de conclusión, se puede afirmar que la vida de la mujer judía en general y la de la gallega, en particular, se desarrolló fundamentalmente dentro del entorno familiar, dedicada al cumplimiento de sus obligaciones como hija, esposa y madre, de manera que la presencia activa de la mujer en la documentación se registra en contadas ocasiones, lo que confirma el escaso papel social jugado. Papel que no fue muy diferente del jugado por las mujeres cristianas coetáneas pero de las que se ha conservado una mayor documentación y, quizá también, un mayor interés por conocer su historia.
*Instituto de Estudios Galegos “Padre Sarmiento”, CSIC-Xunta de Galicia.
Bibliografía
Antonio Rubio, MG de: Los judíos en Galicia (1044-1492), Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña, 2006.
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